Seamos realistas, las posibilidades de que el instrumento de un niño no sufra golpes son prácticamente nulas. Por suerte los instrumentos que se construyen para niños son muy resistentes y son capaces de aguantar bastante la mala vida que sus dueños les dan. Hoy quiero explicaros qué hacer si ocurre un accidente y presentaros la figura del luthier, ese profesional que pasará a ser vuestro mejor amigo.
El luthier es el constructor de instrumentos. Los de mayor calidad son construidos a mano por estas personas. Además de construir también reparan los daños que podamos haber causado al instrumento y es interesante llevárselos de vez en cuando para que les hagan una puesta a punto. Hoy vamos a recurrir a él en cada párrafo.
Los instrumentos de los niños se llevan muchos golpes. La mayoría de ellos se saldan con un picado en la madera o un arañazo. Si este picado o arañazo es pequeño y no ha quedado mucha madera expuesta (sin barniz) no habrá problema. Si el desperfecto es más grande habrá que acudir a un luthier para que nos barnice el golpe, ya que la madera puede empezar a estropearse por ahí. Pensad que el barniz no es sino un protector. Mirad la reparación que tiene mi viola de un pizzicato muy entusiasta en la orquesta.
Un golpe puede ocasionar daños más graves pero igualmente sin mayor importancia, como es la caída o el movimiento de la barbada (la pieza negra donde se apoya la barbilla), el puente (la pieza de madera que levanta las cuedas) o el alma (un palito que está dentro del instrumento, a la altura del puente). Estas piezas no van pegadas al instrumento, sino que se sujetan por la presión que otros cuerpos ejercen sobre ellas. Que se caigan es incómodo, pero no grave.
Si se cae la barbada con un poco de maña y un destornillador muy finito podremos colocarla nosotros mismos. Cuidando de colocarla en el mismo sitio que estaba y sin apretarla demasiado porque podemos aplastar la caja. Introduciremos por los agujeritos que se ven en la foto el destornillador y los giraremos hacia un lado y otro para aflojar y apretar. Repito, y no me canso, NO ESTÁ PEGADA. ¡Desconfiad de cualquier persona que quiera ponerle «una gotita de cola» a cualquier pieza del instrumento!
Que se caiga el alma o el puente es más delicado pero igualmente de fácil reparación aunque ahora sí que habrá que acudir a un profesional, o por lo menos, al profesor. Ante cualquiera de las dos situaciones el primer paso a dar es el mismo. Pondremos un trapo debajo del cordal, aflojaremos las cuerdas girando las clavijas hacia abajo y volcaremos el puente (en el caso de que el alma sea lo que se ha caído). Si es el puente lo que se ha caído no hay que quitar el alma. Si es un puente lo que se ha caído, seguramente el profesor os podrá ayudar, aunque yo siempre recomiendo ir al luthier, porque quizá el alma se haya movido también del golpe y yo, personalmente, sí que no me atrevo a tocarla. Si es el alma la que se cayó acudid al luthier directamente. Es una pieza muy delicada, que interfiere muchísimo en el sonido del instrumento y es un profesional el que debe colocarla. Y repito, ¡ninguna de estas piezas está pegada!
Si con el golpe ha aparecido una raja, pues lo mismo, trapo bajo el cordal , cuerdas sueltas y al luthier, a esperar que la reparación no cueste más que un instrumento nuevo.
Con el tiempo los niños se van volviendo cuidadosos, hasta entonces… repitamosles mil veces que tengan cuidado y tengamos paciencia.
Para cualquier pregunta nos vemos en micorcheachiquitita@gmail.com o en el formulario de contacto.